Según el estudio realizado en 2012 por el Centro de Estudios y Análisis en Convivencia y Seguridad Ciudadana (CEASC), en Bogotá existen aproximadamente 803 pandillas ubicadas en 19 de las 20 localidades de la ciudad. La única localidad que no tiene es Puente Aranda. La guerra del territorio, mujeres y drogas son algunas de las razones para conformar estos “parches” delictivos.Por Andrea Zamora
La localidad 18 de la ciudad de Bogotá, Rafael Uribe Uribe, ocupa el puesto cuatro en número de pandillas. Por sus calles transitan 104 combos. Ciudad Bolívar tiene el primer puesto con 204. Así lo indica el DANE e Indipron (Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud) en una encuesta realizada en 2012. En los últimos tres meses, el número de pandillas subió a 5,3% al igual que la inseguridad, los robos, el expendio de droga y el acechamiento en las esquinas. Así lo atribuyen los habitantes del barrio El Valle quienes son los más afectados.
Uno de los factores que agravan la inseguridad en esta localidad son los parches delictivos, que además de infundir miedo en cada barrio, adquieren armas con facilidad y estas se convierten en instrumentos de poder.
La conformación de las pandillas en Rafael Uribe Uribe empezó en los 70`s. Cada grupo, conformado por unos 15 muchachos, en su mayoría menores de edad, buscaba cualquier disculpa para enfrentarse a sus oponentes en riñas que dejaban lesiones menores. Por culpa de la inseguridad, por ejemplo, el transporte es escaso, las viviendas se desvalorizan y la imagen de los barrios se ve afectada. “Lo más grave es que ahora los enfrentamientos entre pandillas, por lo general son entre los barrios El Valle y Diana Turbay por el control territorial y las drogas afectando la seguridad ciudadana, con atracos y atentados a la integridad física de las personas”, dijo Martha Báez*, habitante de la localidad.
Los factores que inciden en la conformación de los parches, es la violencia en el fútbol por la rivalidad entre equipos capitalinos, el consumo de drogas porque las consiguen a menor precio si se es integrante de cualquier banda, el poder territorial de un barrio, la falta de oportunidades que obliga a los jóvenes a buscar soluciones como: el robo y la extorción, y la falta de estabilidad económica que fomenta el abandono temprano del sistema educativo.
Para hacer parte de estas pandillas hay que pasar unas pruebas, pero quien no quiera pertenecer, no tiene opción alguna, así lo afirmó “Tito”*, un integrante de Los Alpinitos: “Algunos de mis compañeros fueron forzados a entrar por alguna destreza física o porque el jefe así lo dispuso”. En su caso, él se unió a la banda por decisión propia, ya que al pertenecer a esta pandilla “la plata, las mujeres, las drogas y el alcohol se consiguen fácil y se impone respeto y poder en un par de cuadras”.
La mayoría de los integrantes de las pandillas son jóvenes menores de edad, ya que su participación no acarrea sanciones penales mayores, aunque deben demostrar su sagacidad y valentía para permanecer. Deben pasar por una serie de pruebas que van desde robos hasta asesinatos.
El 16 % de los delincuentes menores de edad son mujeres, mientras que el 84% son hombres según el estudio realizado por el Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía en 2012. Sin embargo las mujeres cumplen un papel en las pandillas: “ellas son utilizadas sexualmente, pero también guardan las armas y droga en sus partes íntimas cuando hay redadas. En otra pandilla como Los Chapulín*, la mujer es una herramienta importante para seducir y así, acceder de manera mas rápida a las casas y robar”, explica “Tribilín”*, miembro de la pandilla Los Donalds.
“El Muelas”, integrante de la banda “Los Chávez”, señala que la banda se reúne, planea, ejecuta, divide lo obtenido y desaparece hasta nueva orden. Los integrantes menores de edad de estas pandillas son utilizados para que alerten al parche distribuidor de droga cuando se acercan de las autoridades.
La mayoría de las pandillas se reúnen en la mañana, pero no temprano, porque en la noche distribuyen droga, fiscalizan lo que se vendió, cobran deudas y otros se dedican a robar o a estar pendientes de la zona para que no invadan otras pandillas.
Los Chavos, Los Narices o los Warner son algunos de los nombres de los parches delictivos que hacen homenaje a sus ídolos, otros se hacen llamar por su apellido o por algún atributo sobresaliente en sus rasgos físicos. Ellos visten ropa ancha, toman trago que no vale más de $2.000 pesos como Old Jhon y consumen “perico”, bazuco, marihuana y pegante . “En cuanto a las relaciones entre nosotros los pandilleros, existe un jefe y se le debe otorgar respeto”, aclara “Tito”.
En las riñas entre pandillas los agentes de la Policía intervienen cuando la comunidad los llama. Juan David Mejía*, patrullero en la localidad Rafael Uribe Uribe afirma que: “en la Alcaldía y la Policía realizan constantemente planes de desarme y decomiso de armas con los jóvenes de la localidad. En cuanto a judicializar a los jóvenes después de una riña, el único inconveniente para que nosotros como organismo de control actuemos es que la mayoría de los integrantes son menores de edad, entonces solo los remitimos a la Unidad Permanente de Justicia (UPJ) y están allí un par de horas, luego salen y siguen delinquiendo”.
Mejía, en su ejercicio de controlar los conflictos de las pandillas en la localidad, ha recibido amenazas que comprometen su vida y la de su familia. Por ello, ha tenido que salir de la zona y patrullar en otros sectores para mantenerse a salvo.
Pero salirse de un parche delictivo no es tarea fácil, así lo indicó Alexis*, un ex pandillero que pertenecía a “Los Alpinitos”: “Logre salir porque era muy parcero del jefe del grupo, le expliqué que quería estudiar Enfermería y me dijo “Listo viejo Alexis* salgase, pero eso sí lo espero cuando termine para que nos preste sus servicios médicos después de una riña”- y me dio permiso para retirarme , aunque no del todo, porque a veces me llama para exigirme unos cuantos gramos de marihuana y pocas veces me pide unos favorcitos, como extorsionar a jóvenes o involucrarlos con la pandilla”. Hace tres años Alexis ya no pertenece a la pandilla aunque llevó mucho tiempo reinsertarse a la sociedad y más a su familia, ya que estaba dependiente de las drogas, aunque su mamá le ayudó a entrar a un centro de rehabilitación por mas de tres meses.
La localidad Rafael Uribe Uribe e Indipron trabajan conjuntamente mediante la creación de la Unidad de Mediación y Conciliación (UMC) para que las personas que se encuentren en situación de conflicto busquen solución pacifica de los conflictos, por medio de sesiones con psicólogos, rehabilitación por el consumo excesivo de drogas y la reinserción a las aulas escolares.
Para el director de Indipron, José Miguel Sánchez Giraldo, los problemas que afectan a niños y jóvenes debe atenderse con acciones efectivas, que van más allá de campañas y programas momentáneos. “Así lo ha entendido la Administración Distrital; por ello, se busca adelantar proyectos como la atención integral a la juventud pandillera, ya que estos jóvenes se han visto expuestos a episodios de violencia y maltrato”, agrega Sánchez.
Son muchos los intentos de algunos pandilleros en abandonar los parches delictivos, pero no todos corren con la suerte de Alexis. “Yo tuve el chance de irme y tomar un camino diferente sin armas ni drogas, pero mis ex compañeros por desear tanto mi destino terminan con la pijama de palo. Muertos”.
*Los nombres fueron cambiados por razones de seguridad
No hay comentarios:
Publicar un comentario