Un grupo de mujeres mayores de 50 años dedican sus vidas a prestar servicios sexuales para obtener dinero con que vivir, son conocidas como las veteranass o chicas de la vieja guardia y se ubican en la carrera décima con calle novena.
Por: Daniela Rodríguez
Algunas mujeres mayores de 55 años dedican sus vidas y sus días, no importa si son soleados o lluviosos, a esperar clientes para llevar de comer a sus casas. Se ubican en la carrera décima con calle novena, en el centro de Bogotá; donde llevan trabajando más de 40 años, las prostitutas más jóvenes las conocen como las chicas de la vieja guardia o las quinceañeras.
Algunas mujeres mayores de 55 años dedican sus vidas y sus días, no importa si son soleados o lluviosos, a esperar clientes para llevar de comer a sus casas. Se ubican en la carrera décima con calle novena, en el centro de Bogotá; donde llevan trabajando más de 40 años, las prostitutas más jóvenes las conocen como las chicas de la vieja guardia o las quinceañeras.
En Colombia la prostitución no está reconocida legalmente como un trabajo, es visto como un trabajo informal o como un oficio, el Estado colombiano no les brinda a este grupo de mujeres ningún tipo de garantías, ni protección. Por el contrario están expuestas a maltratos por parte de los demás ciudadanos e incluso de los mismos policías, que en lugar de protegerlas ayudan a maltratarlas, dicen con mucha tristeza y desilusión.
La razón más común por la que ejercen la prostitución es la falta de dinero, algunas de estas mujeres se hacen prostitutas siendo muy jóvenes, teniendo ya hijos y sin contar con el apoyo de un esposo o una familia. Según el testimonio de Gladys, una de las veteranas, empezó a ser prostituta a los 17 años por falta de dinero, ya tenía un hijo y el padre de ese hijo no hacía más que golpearla y darle malos tratos, no podía dejarlo morir de hambre, por lo que fue más fácil prostituirme ya que no contaba con educación alguna y mucho menos con alguna recomendación para buscar otro tipo de empleo.
Actualmente muchas de estas mujeres son casadas y con una familia, que con su trabajo aportan económicamente para el desarrollo y manutención de sus hijos. Por lo general no han ocultado cuál es su trabajo y afirman no haber recibido rechazo por esto. Por las tardes cuando llego a mi casa mis nietos me preguntan cuántos ratos me hice, me esculcan la billetera para saber si me fue ¿bien o mal?, nunca les he ocultado lo que soy porque a la gente le gusta hablar y no quería que a mis hijos y a mis nietos los molestaran porque yo fuera una prostituta,” cuenta Luz Dary, una mujer de más de 58 años, de los cuales lleva 40 en el oficio.
El ser prostituta siendo una mujer de más de 50 años es un reto para ellas, el primer obstáculo es la edad, acompañado de la belleza y la juventud de sus contrincantes, el segundo y muy atrayente son los cambios de mentalidad y gustos de los clientes, principalmente son los factores por lo que se hace más difícil que un cliente se acerque a ellas, haciendo que su tarifa por “rato” o servicio”, como ellas mismas lo llaman, se devalúe constantemente.
Otra razón que dificultad su trabajo es la inseguridad, puesto que únicamente pueden laborar en la calle, los establecimientos reciben a mujeres jóvenes, con una contextura corporal determinada, que tengan la facilidad de seducir y acercarse a los clientes, deben estar dispuestas a tomar trago y acompañar al cliente si desean meter coca o bazuco, muy común en esos lugares, “no me gusta el trago y nunca he metido drogas, no soy joven y mucho menos bonita2, afirma Nora, otra de las quinceañeras del lugar.
Pero lo más difícil son las redadas, en esos momentos cada uno debe salir corriendo para protegerse, no de la cárcel, ni de la UPJ, que es el lugar donde casi siempre las lleva; sino de las tanquetas de agua que usan los policías para sacarnos de un sector, como pasa al norte de la ciudad. También los conductores de servicio público son una constante amenaza para nuestra seguridad. “Parquean las busetas, orinan en tarros y por los vidrios nos botan los orines y nos insultan”, dijo otra de las veteranas.
Para terminar Gladys dice que ser una veterana tiene sus ventajas, que haber trabajado durante tantos años y en el mismo lugar, ha hecho que tengan clientes fijos y la consideración de los mismos, que no piden excentricidades. “Ahora es terrible, los hombres le dicen a una que se lo mame o que si me dejo por el ano y no, cuando yo empecé nada de eso existía, por eso en algunas momentos me retiro de esto y me pongo a vender dulces en un carrito” pero no me va tan bien entonces me toca volver. Lo más gratificante es que nos convertimos en amigas, nos cuidamos, nos ayudamos y las más jóvenes nos tienen consideración, cariño y respeto.
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