El negocio de las esmeraldas, ha ido agrupando a lo largo de varios años a muchos hombres quienes desde las minas colombianas, en largas jornadas de trabajo pesado, vienen extrayendo piedras preciosas. El panorama ha cambiado en los últimos tiempos y hoy en día muchas mujeres se han incorporado a este gremio otrora masculino.
Tres mil años atrás, las primeras minas de esmeraldas fueron bautizadas con el nombre de una mujer, Cleopatra, la última reina del Antiguo Egipto. A pesar de tales antecedentes, la figura femenina había estado excluida hasta hace poco del mundo de las esmeraldas, debido entre otras cosas, a que las labores que se desempeñan en las minas requieren un alto componente de fuerza física.
José Ignacio Galindo, esmeraldero que vende su mercancía en la Plazoleta del Rosario --centro de Bogotá-- y quien lleva veinticinco años en el negocio, dieciocho de los cuales trabajó en la mina, afirma que las mujeres siempre han estado presentes en este oficio. Nacho, como lo llaman sus amigos, y quien fue servidor del difunto Víctor Carranza, conocido como el Zar de las esmeraldas en Colombia, recuerda que una de las hijas del Zar administraba el negocio junto a su padre.
A pesar del reconocimiento que dio Carranza a su hija, algunos esmeralderos creen que debido a las feroces guerras que tuvo que enfrentar el zar durante toda su vida, difícilmente habría entregado el liderazgo de este gremio a una mujer. De hecho, en la línea de sucesores solo se encuentran hombres. Sumado a lo anterior, Uriel Escobar de 65 años de edad manifiesta que la mujer que esté involucrada en esta actividad, tiene malos aires, tiene intenciones perjudiciales distintas a las de un esmeraldero, o como lo explicaría el escritor británico Lewis Carrol: “Deben tratarse, sobre todo, de asegurar a las mujeres contra las malas indicaciones, aún las más ligeras; si las mujeres no estuvieran vigiladas harían la desgracia de dos familias”.
En principio, la mujer fue una especie de apoyo visual para lograr mejores resultados con los compradores de esmeraldas. Los hombres preferían realizar negocios con ellas, por el simple hecho de ser mujeres. Desde entonces el papel de la esmeraldera se convirtió en algo fundamental, pues la mayoría de estas mujeres se convirtieron en comisionistas, es decir, personas que venden una mercancía perteneciente a otra persona, y sacan de ella una ganancia.
Es el caso de Ana María Briceño, de Muzo, Boyacá capital mundial de las esmeraldas, quien afirma que toda su vida se ha dedicado a este oficio y que las mujeres tienen más facultades para vender la esmeralda. También están las guaqueras quienes con pico y pala, sacan la tierra que reposa en las quebradas obteniendo chispas de esmeralda, las negociantes, que compran y venden esmeralda; las talladoras; quienes decoran la esmeralda; las joyeras, quienes fabrican la joya, y las empresarias, que manejan gran cantidad de esmeraldas y tienen dinero para realizar grandes negocios. Antiguamente no dejaban ingresar a las mujeres a los cortes, zona de la mina donde con martillos de mas de 8 arrobas los hombres taladran las rocas, y en carretas sacan la tierra extrayendo las esmeraldas, hoy ya las mujeres integran este grupo de trabajo, estableciendo la igualdad de género, atendiendo la epidemia del embrujo verde.
El edificio Henry Faux está ubicado sobre la Avenida Jiménez en el centro de Bogotá. Es el lugar de congregación de los esmeralderos, en esta edificación muchos de ellos atienden en sus oficinas, como es el caso de Sory Pamplona, una antioqueña talladora de piedras, que lleva dieciocho años en el negocio al cual entró gracias a su hermana. “La talla es delicada, porque si usted deja caer una piedra tiene que asumir las consecuencias” señala Sory. A pesar de que la Alcaldía de Bogotá ha tratado de sacarlos de los lugares que son emblema de los esmeralderos, por ocupación del espacio público, ellos no los abandonan, pues hace mas de 50 años los hospedan.
Muchos hombres de esta colectividad son machistas. No aceptan que las mujeres estén pisando fuerte en el negocio. Uno de ellos Pedro Rincón, que piensa que la mujer que se involucre en esto se amacha y agrega que no son metódicas para los negocios. Olga del Carmen, esmeraldera de Chivó comenta; “Hay hombres, que no les gusta hacer negocios con mujeres, pero yo conozco mujeres mas serias que ellos”. Por el contrario los japoneses, y judíos los mejores clientes, adoran hacer negocio con las damas y más si son jóvenes y bonitas. Sin embargo de los pocos que consideran a la mujer con el mismo potencial y en igualdad de condiciones, destacan la representación que han realizado ellas ante su género y ante la agremiación, así lo sostiene, Jesús Vanegas, esmeraldero hace 50 años, “Yo conozco mujeres berracas, trabajadoras, echadas pa’ lante”.
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