jueves, 3 de octubre de 2013

El precio de una entrada




Por Julián Bernal


Una boleta puede ser tomada como un bien de primera necesidad  ya que al ser una actividad recreativa pertenece a la  canasta familiar.
Conseguir una boleta en los expendios es una misión prácticamente imposible cuando son eventos con una gran demanda. Es en ese momento en que los revendedores entran en juego y se aprovechan de la necesidad de las personas.



  • Los revendedores deben morir – afirma Felipe
  • Pero en cierto modo nos ayudan cuando no conseguimos boletas – dice Nicolás
  • Las boletas no se acabarían si no existieran, y cualquier hincha podría comprar en los expendios, concluye Felipe
Con la Selección Colombia cerca de la clasificación al mundial de Brasil 2014 es común que las boletas se agoten luego de tres o cuatro horas de empezar a venderse, aunque las filas de personas no sean tan largas. Entonces se genera una pregunta: ¿dónde están todas las boletas? La respuesta es sencilla, en manos de los revendedores.
La reventa de boletas es adquirir un número importante de entradas a un evento y ofrecerlas a precios más altos según la necesidad del cliente. Este tipo de práctica hace parte del empleo informal, ese que según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) en ciudades como Bogotá, alcanza el 44.1%, mientras que en Barranquilla, sede de la selección, es del 53.7%.


Empleado de Ticketshop (Izq) entregando boletas para la final a revendor (Der)

La ley no es clara ante este hecho. El código de Policía afirma que: “Compete a los Alcaldes o a quien haga sus veces, imponer decomiso de tiquetes o boletas para espectáculos cuando se pretenda venderlos por precio superior al autorizado”. De, manera indirecta en el código penal se especifica que si alguien tiene bienes de primera necesidad (boletas) que representen más de 33 millones (50 salarios mínimos vigentes) de pesos puede ser judicializado por acaparamiento.
Reconocer a un revendedor no es difícil ya que la mayoría de ellos, entre el disimulo y la frescura, ofrecen las boletas con consignas como “si hay oriental”, “compro boletas que sobren” o de manera directa abordan al cliente potencial preguntando “¿qué necesita? Le vendo boletas”. Ninguno de los revendedores usa  prendas alusivas a los equipos. Su edad promedio es los cuarenta años. Se ubican cerca unos de otros para que, en caso de que llegue la policía, alguien pueda avisar y así los demás logren emprender la huida.
“Los precios de las boletas pueden aumentar en un ciento por ciento de su valor original dependiendo de varios factores como el tipo de partido, la localidad de la boleta, la necesidad de las personas, la demanda de boletas, la posición del equipo en la tabla y hasta la cara, que desempeña un papel fundamental”, comenta Leidy* revendedora de boletas.
De esta forma una boleta para Oriental General que cuesta normalmente 33 mil pesos puede ser vendida en 66 mil pesos, aunque no todo es ganancia, ya que el negocio pierde su plusvalía cuando el partido es malo o el equipo va mal. En este caso las boletas “se regalan para no quedarse con ese papel”.
Los dos mayores expendedores de boletas del país, Tuboleta y Ticketshop, permiten la compra de entre cinco y diez boletas por persona para eventos. Esto si bien no es la razón fundamental de que las entradas caigan en manos de revendedores sí contribuyen al fenómeno. Pero sin lugar a duda el papel de dirigentes y organizadores es el más importante porque son ellos quienes hacen que el negocio funcione entregando boletas por debajo de cuerda para su propio lucro.

*Nombre cambiado por petición de la fuente

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