jueves, 31 de octubre de 2013

Un anónimo famoso

Por: Paula Bolívar @paulabolivar
 fotos por Paula Bolívar y Nataly de Trizio
  

Su voz retumba en las paredes coloridas del chorro de Quevedo. Sus altos y bajos entonan una y otra vez las canciones de los Beatles, mientras miles de transeúntes se detienen y escuchan así sea una estrofa “cuando uno va bajando, siente tranquilidad y felicidad al verlo, tan jovial y divertido” afirma Julián rodríguez estudiante de la Universidad de la Salle.


Tiene una guitarra que combina muy bien con su estilo hippie, tiene  63 años y  es un hombre con salud viveza y humor, parece un hombre   sacado de película,   es delgado, de tez blanca  un poco quemada, tiene enormes ojos azules que  se ocultan bajo sus lentes, las canas revelan sus años de  experiencia musical, lleva  encima un sombrero de pana que oculta  su pérdida de pelo,   y un chaleco de cuero de esos con los que se identifican a  los buenos amantes del Rock.
Míster Fin, así se hace llamar este irlandés,  quien hace veinte años se aventuró a viajar  a Colombia por  la británica Jenny, su novia,  quien lo convenció de venirse de Irlanda  para hacer parte de un grupo de autosuficiencia   en tres fincas orgánicas de Colombia, luego de un tiempo estas tierras fueron arrebatadas por la  guerrilla,  así que Fin  decidió  regresar a Bogotá y seguir su vida como cantante. “Él ha sido como un  padre para mí,  desde muy pequeña compongo canciones, pero con el aprendí mis primero acordes de guitarra,   yo creo que lo mejor de él  es su naturalidad, pues hace que su música sea placentera  y entre sus defectos podría decir que el alcohol”,  Afirma su hijastra  Katie James.



foto por Carlo Pimiento
Su pasión por la música viene desde los ocho años  cuando escucho por primera vez  en  la radio las canciones  de los Beatles, desde ese momento se enamoró completamente de su música. Dentro de sus bandas favoritas, también están los Rolling Stones, Pink Floyd, The Who, Eric Clapton, Jimi Hendrix,   The Doors  y solistas como  Louis  Armstrong y dentro de sus preferencias hispánicas está Andrés Cepeda y   Andrea Echeverri. “uno tiene que detenerse a mitad de camino, primero porque ese hombre canta con mucha  gracia y segundo porque los clásicos me traen muchos recuerdos, me alegra la tarde” afirma William Orosco transeúnte frecuente  del  chorro de Quevedo.  
Sus canciones favoritas son Don´t let me down   por   tener  un ritmo  divertido y profundo, “esta canción me abraza me hace sentir vivo” afirma Míster Fin en un español casi perfecto sin perder su acento  irlandés.   la segunda es Drive mi car, sobre esta  Fin tiene un sentimiento más allá de la técnica, pues  esta canción tiene una anécdota que marcó su estadía en Colombia, “Unos amigos me invitaron a un lugar lujosísisisimo, donde se reúnen  algunos cantautores como yo, ese día habían  invitado  a Andrés Cepeda, yo ya había cantado mis canciones pero, la gente me pidió más, así que canté dos canciones en español que yo mismo  compuse  y luego pensé que sería bueno terminar con  Drive my car de los Beatles, le pedí el favor a Cepeda de que me ayudara con el coro de la canción y el muy descomplicado   accedió . ” Para Fin esta noche fue inolvidable ya que sintió gran emoción al cantar con alguien como Cepeda  “y   yo era un don nadie cantando con él, aun así yo sé que él lo disfrutó,  y mucho pues  yo noté la felicidad en su rostro”.
Fin ama  a Colombia, le parecen increíbles los colores y las formas  de   las frutas y vegetales que se dan en los campos colombianos, pues el recuerda que en su niñez había desabastecimiento de  alimentos a causa de los efectos que dejó la Segunda Guerra Mundial,  Fin nació cinco años después de esta guerra es decir  en 1950, en una familia de clase media,   en Irlanda realizo diferentes trabajos  como la carpintería, la actuación y la panadería integral,  y alguna vez también estudio Física, pero la música  ganó, por eso  hoy  Fin solo se atreve a cantar una canción que lo abrace, lo llene y lo haga sentir vivo, para así mismo poder trasmitir ese sentimiento a sus admiradores, de todas las calles, bares y en especial  a aquellos que se deleitan con su música durante segundos, minutos u horas en el Chorro de Quevedo.

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