jueves, 10 de octubre de 2013

Suerte de perros

Por Daniel Salazar
@hakuinc

Rufo: Un sobreviviente de las calles, de las perreras y de la gente.



Él recorre las calles bogotanas de día y de noche, su alternativa es vagar pues no tiene hogar. En su cara se marcan arrugas y achaques producto del tiempo y la inclemencia del clima. Sus huesos le marcan la piel, a veces no come pero tampoco se queja por no hacerlo. Está flaco y rucio como un galgo pero su tragedia no tiene culpas, asume su realidad.


Su nombre revela su espacie, Rufo, un perro entre muchos que habitan las calles bogotanas sin dueño y sin ley. Vive en el parque del barrio San Joaquín, allí fue adoptado por una comunidad que cuida a sus canes. Residentes como Leticia Rueda y su familia, se han dedicado a proteger a estos animales colocándoles collares para que la perrera no se los lleve. Según comenta “en la mayoría de los casos estos animalitos terminan muriendo a causa de la inyección letal”.

La compra de perros en criaderos predomina sobre
la adopción. Sin embargo, más de 65 mil perros en
Bogotá son
 vagabundos a cuenta de sus dueños.


En Bogotá se calcula viven más de 650.000 perros, por cada 11 habitantes hay una mascota. Sin embargo según los cálculos de la Secretaría de Salud más de 80.000 se encuentran en situación de abandono, lo cual representa un problema de salubridad pública debido a la sobrepoblación y las enfermedades producto de las mordeduras.

De los 80 perros que llegan a diario a Zoonosis tan solo 4 logran conseguir hogar, pues cerca de 400 animales son sacrificados semanalmente. Las personas optan por comprar antes que adoptar perros criollos, pues de acuerdo al último censo distrital de canes realizado en 2005, el 65% de las mascotas en los hogares es de raza.


Como Rufo son muchos los perros víctimas de la selección selectiva. Sin embargo hay excepciones. Leonardo Cubides, vegetariano y defensor de los animales, optó por adoptar una mascota que nació sin una de sus extremidades. Para él “las personas gastan dinero de manera excesiva comprando perros de raza, mientras muchos animales sufren las consecuencias de la deshumanización de la sociedad a la espera de un hogar”.

Desde 300 mil hasta 5 millones de pesos puede llegar a costar un perro de criadero. Una situación que contrasta con el valor de la adopción que es de 20 mil pesos. Dinero con el que se salva a una vida del encierro de las jaulas de 2 x 2 metros de las perreras bogotanas, de la soledad, del hacinamiento y de una vida acompañada por un centenar de desdichados más, que con sus ladridos pareciese que se dieran aliento en la desesperanza.

La indiferencia se evidencia en el rostro de  cerca de 80 mil perros callejeros de Bogotá. 
Ni la raza es un motivo para que las personas no los boten a las calles; 
sin embargo, son estos los que tienen mayor probabilidad de ser adoptados.


Para Jaime Urrego, director de salud pública de Bogotá, las jornadas de adopción como la del 29 de septiembre, son “esenciales para que las personas caigan en cuenta de lo importante que debe ser para toda la sociedad proteger a los animales”. Según comenta, “las capacidades del centro de Zoonosis están llegando a su máxima cobertura, por lo cual es trascendental la cooperación de las personas con una causa humana”. Sin embargo, no es una crisis de recursos, pues el distrito financia su mantenimiento con una inversión cercana a los 800 millones de pesos en su presupuesto.

En la actualidad estos nómadas de las calles bogotanas se exponen a todo tipo de riesgos, no todos cuentan con la suerte de Rufo, algunos son víctimas del odio de quienes aborrecen a los animales. Aún no se olvida el caso del barrio Cedritos, allí el año pasado más de 75 perros fueron envenenados con vidrios y arsénico dentro de comidas dejadas en las esquinas.



La suerte ha estado con Rufo. Su olfateo y su sentido de supervivencia quizás lo han salvado de un trágico destino. Sin embargo según cuenta doña Leticia también “se debe a las personas que lo quieren, pues por lo general le sacan platicos de comida”. Un gesto en agradecimiento a la compañía y el cariño que les tiene a los niños, pues en las mañanas muy de madrugada se despierta para acompañarlos al colegio.

120 animales fueron llevados a
la jornada de adopción en el Simón Bolívar
el pasado 29 de septiembre.


Ya decía Baudelaire en el París del siglo XIX, “Yo canto al perro zarrapastroso, al perro pobre, al perro sin hogar, al perro callejero…al perro cuyo instinto, como el del pobre el bohemio y el histrión, está maravillosamente aguzado por la necesidad, esa madre incomparable, esa verdadera patrona de las inteligencias”. La misma que les permite a perros como Rufo bandearse y sobrevivir en las multitudes.

Historias de nómadas y sobrevivientes que posiblemente hayan tenido eco en la Alcaldía, la cual ha decidido invertir 8 mil millones de pesos en la Casa Ecológica de Animales, un centro especializado que remplazará paulatinamente el cuestionado centro de Zoonosis. Un nuevo espacio que se construirá en 2014 pero que estará listo en 2015, y en donde se pretenden remplazar los sacrificios por el cuidado.

Por ahora los errantes incansables como Rufo se la siguen arreglando con la ayuda de los buenos samaritanos y de su propio ingenio. Su edad tal vez sea un motivo para que nunca sea adoptado, sin embargo su presencia como la de miles de su especie que se esfuman entre la congestión de la ciudad, los parques y las calles, seguirá reflejando la necesidad de replantear una problemática que involucra la tenencia responsable de animales, y hace considerar la adopción como una alternativa para los ciudadanos que deseen la entrañable compañía de un perro.

RETRATO PASTOR ALEMÁN, DERECHOS RESERVADOS FOTÓGRAFO: FELIPE SALAZAR. 

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